El sábado 26 de mayo, fue
un día en que la lluvia vistió a la ciudad de una atmósfera un tanto gris, pero
ello no fue un obstáculo para compartir la experiencia del teatro. El texto que
compartí fue el de Náufragos, el cual habla sobre la ruptura del diálogo y que
hoy en día los silencios se precipitan, ya no como algo que permita una introspección
o reflexión sobre algo; el silencio hoy en día se caracteriza por el total
desprendimiento de estar en contacto con nosotros mismos y con el otro. La
televisión ha sido una de las grandes falacias de la vida, el problema no es
que exista, sino el uso que le damos y cómo permitimos que se vuelva
indispensable en nuestra vida, es por eso que para esta intervención se utiliza
un control remoto, como objeto que puede simbolizar la mediatez que le damos a
nuestros actos/nuestras vivencias diarias, pero qué pasaría si tomamos el mando
(control remoto) lo desaparecemos de nuestro hogar y comenzamos a enfrentarnos
a la libertad de la vida, al diálogo y a los encuentros inmediatos, para saber
más de cómo gira el mundo a partir de la mirada cercana con el otro.
Realicé cuatro
intervenciones. Mi primer encuentro fue en un camión urbano con una chica que
estudia publicidad y que había ido a un congreso de publicistas, cuando me dijo
eso pensé en la paradoja de la vida, debido a que Náufragos habla de “lo desagradable
de las imágenes o anuncios de la televisión y que cada día van en aumento”. La
chica publicista comentó que le había gustado mucho el monólogo, que no se había
detenido a pensar en la necesidad de reflexionar sobre el impacto de la
televisión en nuestras relaciones sociales y qué la había dejado pensando sobre
la responsabilidad de su profesión.
Mi segundo encuentro fue
en el restaurante VIPS, con una señora de unos cuarenta años, coordinadora de
eventos del mismo local. El monólogo le impresionó mucho y le hizo recordar el
día del cumpleaños de su madre, me dijo:
-Ese
día se fue la luz, nos quedamos sin televisión y fue el día más confortable y
maravilloso que en mucho tiempo no habíamos tenido, realmente pudimos conversar
en familia a la luz de las velas y comer pastel platicando y poniéndonos al
corriente sobre nuestro trabajo, familia, preocupaciones, mi mamá disfrutó
mucho el momento y hoy en día lo recuerdo como una experiencia maravillosa,
quiero seguir retomando esos momentos, hoy me hiciste recordar sobre la
importancia de ello, sobre llegar a mi casa y platicar con mi esposo, sin
prender primero la tele, quizá tenga que esconder el control remoto-.
Mi tercer
encuentro fue a un maestro de filosofía de unos 60 años (en VIPS), el cual me compartió
poemas haikus, los cuales se caracterizan por ser poemas cortos y hermosos en
su simbolismo. Como maestro me comentó que le preocupaba ver a los jóvenes tan
faltos de amor y de diálogo, y que eso se originaba desde la casa:
-En el hogar pocas veces se conversa, los jóvenes están muy enajenados en el
internet o la televisión. La responsabilidad para el cambio la tenemos en
nuestras manos, cada quien desde nuestra profesión podemos dar una pizquita de
ayuda, las nuevas generaciones debemos de ayudarles para que no sigan con el
sentimiento de la violencia que genera muchas pérdidas y falta de
espiritualidad. El texto Náufragos me encantó, no sabía que existía este tipo
de teatro que alimenta el alma. Felicidades por tan bonita labor-.
Mi última intervención
decidí que fuera en un lugar más público, la lluvia había cesado y la gente salía
a los parques y a seguir su caminata normal en la zona del centro. El lugar fue
el parque Juárez, me acerqué a una señora y le pregunté que si podía actuar
para ella, sin ningún costo, solo para compartir un monólogo. La señora con
nombre igual al mío: Carmen, se sintió identificada conmigo desde el principio
quizá por llamarnos de la misma manera. La intervención y el nombre del texto,
le hizo recordar a su padre que fue un náufrago de la segunda guerra
mundial, el Sr. Vargas:
-Su
nombre lo podrás encontrar en la estela que hay en la Escuela de la Naval del
puerto de Veracruz. Mi padre estuvo a la deriva en el mar por varios días y lo
rescataron, no hubo muchos sobrevivientes, el éxito de su rescate fue que
siempre se apoyaba en sus compañeros, él fue un héroe, no por haber participado
en la guerra, sino por haber sido un compañero. Necesitamos mucho de estos diálogos
para escapar de la violencia que vivimos día con día, es difícil acercarnos a
extraños, a volver a confiar en un desconocido, hoy me hiciste recordar a mi padre, me diste un regalo y
sembraste un poco de confianza en mí. ¡Gracias!-.
Cierro mi
participación con ese GRACIAS, el Teatro Encuentro es una herramienta
maravillosa que me ha acercado al amor con el prójimo, a volver a escuchar a
las personas que dejan de ser extraños cuando se comparten momentos de diálogo.
Espero que en un día no muy lejano podamos saludarnos sin temor, sin
desconfianza, sin la mirada
prejuiciosa; debemos “aprender a dialogar” para generar el cambio y no
volvernos sombras al servicio del individualismo (que es lo que el sistema
quiere). Los espacios de convivencia originan una empatía, enriquecen, diluyen
ciclos nocivos de indiferencia. La comunicación es posible, solo necesitamos
crear la situación para encontrarnos con el OTRO.
Teatro Encuentro en Xalapa, ver. (México)
Por MaryCarmen Lara Orozco (Makame Lara)
Fotografías de Sergio Elefan Té
Fotografías de Sergio Elefan Té
0 comentarios:
Publicar un comentario